Más viejos, más pobres, más solos

Más viejos, más pobres, más solos

Conocer el futuro ha sido siempre uno de los anhelos del ser humano. Magos, astrólogos y futurólogos de todo tipo pueblan las páginas de historia.

Hoy en día,   sin embargo, no hace falta tener una bola mágica para aproximarnos a lo que ocurrirá en los próximos años. Los datos y la labor de los prospectivistas (o futuristas, que suena bastante mejor) nos permiten tener una visión bastante fiel y, en el corto plazo, con poco margen de error. Por supuesto hablamos de tendencias que excluyen cambios bruscos e impredecibles.

De esta forma, saber que para las próximas décadas se avecinan importantes cambios sociales, no supone una afirmación arriesgada, y que gran parte de esos cambios tendrán sus raíces ancladas en la demografía tampoco parece un secreto.

Lo que resulta sorprendente es que no seamos capaces, como sociedad, de abordar estas previsiones y ponernos manos a la obra para amortiguar sus efectos. Porque los cambios van a ser bastante bruscos en términos demográficos, bruscos en cuanto a su velocidad, y bruscos en cuanto a sus repercusiones en nuestro modo de vida y modelo social Pero vayamos primero con los datos

Una ensalada de datos y proyecciones

La “Encuesta continua de hogares” del Instituto nacional de Estadística nos ofrece series de datos desde el año 2013. Los últimos son del 2017 y dejan a la vista un panorama y una tendencia clara que, a corto plazo, ya resulta demoledora.

Uno de cada 10 españoles vive solo, pero casi la mitad de ellos (el 41,8%) tiene 65 o más años y de éstos, 7 de cada 10 son mujeres.

También el INE a junio de 2019, muestra que más del 9% de la población española tiene más de 65 años., con una esperanza de vida de 19 años para los hombres y 23 para las mujeres. Las prospecciones indican que esta esperanza de vida crecerá en el 2066 hasta los 23 años en hombres y 27 en mujeres.

La tasa de dependencia en el año 2019 es del 30%, y ascenderá a más del 58% para el año 2050, y en el año 2017, cerca del 60% de mayores de 65 años necesitaban ayudas técnicas o personales para las actividades básicas diarias. Como es lógico, este porcentaje aumentará de manera directamente proporcional a la edad.

Por último, a partir del Ministerio de Trabajo, podemos saber que el importe medio de las pensiones de jubilación fue de 1135 euros al mes en 2019

Transformando los datos en ingredientes

Los datos y porcentajes nos muestran la cuantificación de las diferentes perspectivas de una realidad. Vamos a transformarlos en ideas clave para interiorizar su importancia:

  • Aumento de la población con necesidad de ayuda para la vida diaria, y aumento de los años en que debe mantenerse la ayuda.
  • Aumento de la esperanza de vida, pero con mala calidad de ésta (especialmente en los últimos años) y con altas tasas de dependencia.
  • Disminución de los ingresos personales. Cada vez más población necesitará para vivir una ayuda que no puede costearse.
  • Disminución de la capacidad de compra. Cada vez mayor población tendrá unas posibilidades de compra de bienes y servicios más limitadas, lo que choca con las bases de la propia sociedad de consumo (que no deja de ser una burbuja)

Cocinando el futuro

Ya tenemos todos los ingredientes, y el resultado no es nada apetecible. No hablamos de un futuro lejano, el problema comienza desde ya y se hará cada vez más visible conforme el envejecimiento de la población vaya cumpliendo las proyecciones esperadas.

En primer lugar aparece el fenómeno de la soledad, pero también un aumento de las tasas de dependencia, pues se requieren recursos externos de ayuda. Completemos el coctel con una mayor fragilidad personal y una mayor presencia de enfermedades crónicas conforme cumplimos años, y con una merma sustancial de ingresos tras la jubilación (y cada vez con mayores incertidumbres sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones).

¿Estamos a tiempo de revertir esta tendencia? ¿tenemos herramientas para mitigar el problema?

Cayendo hacia el futuro

Como ya apuntaba al principio del post, lo más sorprendente de este negro futuro es la nula percepción como sociedad de que las cosas van a cambiar, van a cambiar pronto y van a cambiar para mal.

Tenemos ya delante un aumento de la necesidad y demanda de toda clase de ser

vicios sociales y sanitarios, de recursos de ayuda a la dependencia, que sin embargo nuestros ciudadanos mayores (y nosotros mismos dentro de más o menos años) no vamos a poder costear. El abordaje tiene que ser imaginativo, dado que si optamos por la contracción (reducción de prestaciones, retraso de las jubilaciones. . .) conseguiremos un círculo vicioso que culminará con una paradójica insostenibilidad de los recursos (enfriamiento de la economía, aumento de pensiones por incapacidad. . .), la inequidad en el acceso a éstos y la reducción de la calidad de vida de nuestros ciudadanos más frágiles.

La imaginación como recurso

Una de nuestras fortalezas como sociedad es la potencia de nuestras redes interpersonales. Nuestras redes sociales (familia, amigos, vecinos. . . ) han sido capaces de amortiguar los efectos de una década de crisis económica, consiguiendo que la desestructuración social (desigualdad y pobreza) aunque enorme, haya sido menor que en otros países donde la crisis no ha sido tan dura pero no contaban con estas redes informales tan dinámicas.

No parece descabellado pensar, por tanto, que estas redes de cuidados y atención informal sean capaces de ayudarnos a sobrellevar los cambios que vienen.

Un ejemplo de esta apuesta imaginativa para luchar contra los tres grandes desafíos – dependencia, pobreza y soledad –  se está implementando ya en la ciudad de Valencia.

El proyecto europeo Healthy Loneliness www.healthy-loneliness.eu trata de luchar contra la soledad a través de la construcción de nuevas redes sociales personales para las personas que viven solas. Este proyecto, en el cual en SABIEN-UPV www.sabien.upv.es  colaboramos con distintas entidades municipales en Valencia (Las Naves www.lasnaves.com/) , París y Lodz, proporcionará herramientas para hacer frente al sentimiento de soledad, aumentar la autoestima y entender que vivir solo no significa vivir en soledad.

¿Y cómo crear estas redes? A través de la participación en talleres que se realizaron en diferentes barrios de la ciudad se buscaba un doble objetivo; alfabetizar y empoderar a las personas en riesgo de soledad sobre diferentes temas prácticos como cocina, economía doméstica o uso de recursos digitales; y crear relaciones de proximidad entre personas que durasen en el tiempo.

Tras el primer año de actividades, el éxito de la iniciativa está siendo enorme, de manera que éstas van a ampliarse a más barrios de la ciudad. Pero lo más importante, se están identificando entornos, causas, consecuencias y necesidades que, hasta la fecha, no habían sido cuantificadas o, incluso, detectadas por las administraciones.

Conocer la situación y actuar desde ya con recursos, pero también con imaginación, son las premisas que debemos imponernos para ayudar y proteger a quien más lo necesita. Y queda casi todo por hacer.

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